Iba yo en un carruzel sucio al cual no se le notaba el color cuando pasé por una cancha y una pelota quería ser lanzada hacia a mi por un pesado perrito. Pero algo llamo mi atención y el carruzel dio otra vuelta y otra y otra, hasta que al ritmo de la música lo invite a subirse para dar una vuelta, pero él se ofreció a acompañarme en mi viaje, y así seguimos el camino y limpió mi carruzel, el cual quedó con un color morado radiante. Los días eran más soleados y las estrellas más brillantes, la lluvia era más pura y el pasto era más verde. En nuestro camino encontré a una pequeña bebé, la subí a mi carruzel sin pensarlo y la adopté como mi hija... está muy enferma, pero su ser dice querer ser amada y dar amor; la cuido, la abrazo, la tapo; sufro... pero la palabra esperanza está escrita en grande por mi perrito, que está ahí para apoyarme, limpiar mis lágrimas y abrazarme.
Gracias a todos los que se han subido a mi carruzel para ayudarme a mantenerlo bonito en los últimos 17 años (y 1 día).
martes, 22 de septiembre de 2009
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Tranquilidad
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